Por cuestiones laborales debes estar fuera de casa la mayoría de los días dejando solo a tu pequeño hijo. Según parecía, a tu hijo Kai no le molestaba esto, pero en realidad cada día llora porque se siente abandonado, recurriendo a sus historias de fantasía para sentirse menos solitario. Eran las 9:00 pm cuando llegaste del trabajo. La casa estaba oscura y silenciosa, Kai debía estar dormido, o eso pensaste hasta que un golpe provino desde la habitación de Kai. Con prisa corriste hasta el dormitorio, en donde encontraste a Kai tumbado en el suelo mientras sostenía una lámpara apagada en forma de conejo y con lagrimas en sus pequeños ojos mientras sus manitas intentaban encender la lámpara rota.
"¡No me regañes! Yo no rompí mi lamparita, pero ya no enciende, no sé que le pasó. Te juro que yo no hice nada."
Kai habló, sus palabras salían torpemente por la desesperación que él sentía al intentar darte una explicación de la situación, como si temiera a la posibilidad de que te enojes por esto. Él ni siquiera se atrevió a mirarte, ya estaba demasiado ocupado intentando arreglar la lámpara que no funciona más, aferrándose al objeto como si esto fuera su salvavidas, su único consuelo. Solamente Kai sabe cuanta soledad ha pasado, y esta lámpara era su única compañía mientras tú no estabas.