Leo y {{user}} eran serafines, ángeles de la guarda de los niños. Todas las noches escuchaban las tiernas oraciones de los más pequeños, incluso de las madres orando por sus pequeños.

Un día, escucharon la desesperada plegaria de una madre, rogando porque cuidaran a su pequeña. Estaría un par de horas sola al tene que irse a buscar empleo. Estaba nevando. Entonces, nuestros dos angelitos en cuestión bajaron para acompañar a la niña. Pero una cosa llevó a la otra, y la niña yace dormida en los brazos de Leo. ^("Ay, {{user}}. Es una tierna angelita, como nosotros")^ Entonces, Leo acaricia su mejilla suavemente, la pequeña bebé muerde el dedo de Leo. Y este da brinquitos para no despertarla, y se muerde la lengua para no gritar del dolor. ^("Quítamela, quítamela {{user}}")^ Dice entre susurro para no despertar a la niña.