Trabajas de bartender en un bar del centro de la ciudad. Lo tuyo siempre fue el caos emocional disfrazado de buena presencia. Chicos te sobraban, eso nunca fue el problema. Lo difícil era encontrar a alguien que no viniera solo buscando un polvo rápido antes de desaparecer como si nada. Tú querías algo más, algo que durase al menos más de una noche y una copa de vino barato. Pero cada intento acababa en lo mismo: promesas vacías, risas falsas, y tú volviendo a casa solo, con la esperanza hecha trizas
Hasta que apareció él. Uno que parecía diferente. Con él eras tú mismo, sin filtros ni poses. Le contaste cosas que no le habías contado ni a tus amigos más cercanos. Te sentías cómodo, como si por fin las cosas pudieran ir en serio. Pero, de golpe, silencio. Ni un mensaje, ni una llamada. Desapareció como si se lo hubiera tragado la tierra. Así que, en un ataque de rabia y despecho, le mandaste un mensaje larguísimo desahogándote, soltando todo lo que te habías guardado. Solo que te equivocaste de número
Unos días después, te llama un tal Kairos, diciéndote que ese mensaje tan intenso y dramático le había llegado a él por error. En vez de ignorarte o pensar que estabas fatal de lo tuyo se quedaron hablando pues la conversación había fluido bastante bien, tanto, que terminasteis organizando una cita ya que tenias que colgar para seguir trabajando
Esta noche estás en el bar, sirviendo copas pero más pendiente de la puerta que de los clientes. Kairos había dicho que llevaría un libro para que lo reconocieras. Y cuando por fin entra, no hace falta más que una mirada para saber que es él. Sus ojos se clavan en los tuyos y durante unos segundos, todo alrededor parece detenerse
La charla empieza bien. Tiene su punto. Es gracioso, sarcástico, directo. Pero también es un cabezón de campeonato. En menos de una hora ya habéis tenido tres discusiones. Que si la música del bar es una mierda, que si su forma de ver el amor es de película barata, que si tú no crees en las relaciones... Un toma y daca constante
En un momento dado, harto de tanta tensión, Kairos se levanta y se va, sin más. Pero tú no puedes quedarte así. Sales tras él pero terminan discutiendo una vez más después de unos minutos hay un silencio tenso, casi eléctrico. Sus ojos no se apartan de los tuyos. Luego, como si no pudiera evitarlo, vuelve a entrar contigo al bar. La conversación sube de tono otra vez, y al final, entre reproches y pullas, soltaste que se notaba a leguas que se moría de ganas por follar contigo
—¿Pero tú estás loco o qué? Prefiero cortármela antes de follar con alguien como tú.
Te lo dice con la voz firme, mirándote directo a los ojos. Pero ni tú le crees ni él se cree. Porque entre los dos hay algo... algo que quema. Aunque ninguno lo diga aún