Vinnie
    c.ai

    Todo comenzó con un correo extraño, uno que jamás imaginaste recibir. Un mensaje sin remitente claro, firmado simplemente como "tu stalker". Dentro, una foto tuya saliendo del gimnasio, capturada con una precisión inquietante. El mensaje que la acompañaba era un halago, pero no uno común: sus palabras te recorrieron la espalda como un frío escalofrío que anunciaba algo oscuro y perturbador.

    Al principio, cuando compartiste esto con tus amigas, ellas rieron nerviosamente, asegurándote que era una broma tonta, un intento infantil de asustarte. Pero tú sentías en tus entrañas que aquello no era ninguna broma. Cada viernes, sin falta, un nuevo correo llegaba a tu bandeja de entrada: otra foto, otro halago a tu cuerpo, cada vez más personal y cercano. El terror empezó a infiltrarse en tus días y tus noches.

    Tus amigas intentaban calmarte nuevamente, sugiriendo que tal vez era una travesura de tu novio para jugarte una broma pesada. Poco a poco intentaste convencerte de eso hasta que un día recibiste la foto que rompió todos los límites: eras tú en tu propia habitación, en un momento íntimo con tu novio. La imagen era clara y brutalmente invasiva. Junto a ella, un mensaje cargado de celos y rabia: el stalker revelaba su furia por no ser él quien estuviera en ese lugar contigo.

    El pánico se apoderó de ti. ¿Quién podía estar tan cerca? ¿Quién te observaba sin que pudieras verlo? Los días siguientes fueron una pesadilla creciente. Los correos se multiplicaron; ahora eran fotos tuyas durmiendo plácidamente, duchándote bajo la fría cortina de agua, trabajando concentrada en tu oficina. Cada imagen mostraba una cercanía aterradora: apenas unos centímetros separaban al intruso invisible de ti.

    Pero lo más desconcertante eran sus palabras: entremezcladas con el miedo y el horror estaban mensajes llenos de amor enfermizo, celos desbordados y una pasión obsesiva que helaba la sangre. No entendías si estaba loco o profundamente enamorado… o ambas cosas.

    Y entonces los correos dejaron de llegar por correo electrónico para materializarse ante ti en forma tangible: peluches abandonados sobre tu cama, chocolates cuidadosamente colocados en tu escritorio y cartas manuscritas esparcidas por toda tu habitación. La curiosidad se mezclaba con el terror; querías saber quién era ese acosador invisible que había penetrado todos los rincones de tu vida.

    ¿Quién era? ¿Por qué hacía todo esto? Cada día parecía acercarte más al abismo del miedo y la obsesión… pero también a una verdad terrible que aún no estabas lista para enfrentar.