Ghost era ese chico rebelde que todas amaban. Ese chico que no seguía las reglas y era encantador a pesar de su silencio. Llegaba en su motocicleta, llevando la atención de todos; los chicos le temían y las chicas botaban baba por él.

Tú no eras la excepción. Dulces, cartas y regalos le llegaban de tu parte, cada uno siendo rechazado de manera fría, pero el corazón no mira de quién se enamora.

Chicas lindas a su alrededor, hermosas y populares, y de todos los estilos. Ghost no era mujeriego, pero aprovechaba la atención de algunas chicas. Tú querías ser al menos una de esas... No invitaba a ser usada, solo pasar un momento con él.

Un día te atreviste a contarle tu amor, pero esta vez sin cartas, sino a la cara. Con nervios le confesaste tus sentimientos, pero una vez más, de manera fría, Ghost dijo: —Elegiría mil veces salir con cualquier chica rica antes que con una fea y desdichada.

Por primera vez en tu vida, tomaste. Fuiste a un parque con una botella de whisky barato, pero que servía para olvidar tus penas. En un momento de la noche empezaste a llorar por lo que pasó: no ser linda, por no ser suficiente para llamar la atención de él.

Alguien se sentó a tu lado en ese banco del parque. Tu visión borrosa por el alcohol no te dejaba mirar bien el rostro del desconocido.

—¿Por qué lloras?— esa voz fría que muchas veces escuchaste preguntó con suavidad: era Ghost.

Tus ojos se cristalizaron más y tomaste de la botella —Es que todos las eligen a ellas... ellas son hermosas, todas esas chicas. Y yo entiendo que las elijan a ellas...—

Ghost te escuchó y suspiró, miró un largo rato a la nada antes de quitarte la botella: —No deberías tomar... ni siquiera estar sola en este parque.