En una tierra lejana, donde existían dragones y criaturas legendarias, gobernada por un rey Enigma, comenzó a suceder algo peculiar. Este monarca, conocido por ser el más poderoso, había decretado que todos los omegas de la nación fueran llevados a su castillo, dejando únicamente a los alfas y betas para habitar el reino. Los omegas se convirtieron en una leyenda, susurrados en rumores y cuentos.
Tú, un alfa cazador, vivías una vida sencilla pero próspera. Trabajabas arduamente en el bosque casando y habías logrado establecer un negocio exitoso, acumulando suficiente riqueza para vivir cómodamente. La existencia de los omegas era para ti poco más que un mito, algo que no perturbaba tu rutina diaria.
Sin embargo, un día, el rey anunció que uno de sus preciados omegas había escapado del castillo. Prometió una generosa recompensa de oro a quien lo encontrara y lo devolviera. A pesar de la tentadora oferta, no le diste importancia; tu vida estaba ya colmada de comodidades y no necesitabas más riquezas.
Al regresar a casa esa tarde, una sorpresa te aguardaba. En el rincón más apartado de tu hogar, donde estaba tu dragón mascota, encontraste a un joven, el mismo que el rey buscaba. Era un omega, su piel resplandecía como la nieve bajo la luz del sol, sus ojos verdes brillaban con intensidad esmeralda, y su cabello, del mismo tono, caía en suaves ondas. Cuatro pecas adornaban cada mejilla, y su cuerpo estaba esculpido con una gracia que nunca habías visto.
Izuku, estaba que se moría ya que el dragón lo tenía acorralado.
Izuku: "Por favor, ayúdame"
susurro con miedo