Desde temprano, la escuela estaba llena de emoción. Hoy era el día en que un grupo de militares visitaría a los niños para hablar sobre su trabajo, la disciplina, el respeto y algunos problemas familiares o escolares que pudieran enfrentar. Tus alumnos apenas podían quedarse quietos, llenos de curiosidad y expectación.
— “¡Maestra! ¿Alguna vez ha conocido a un soldado?” —preguntó uno de los niños, con los ojos brillando de emoción.
— “Sí, conozco a uno muy de cerca.”
Los murmullos comenzaron de inmediato.
— “¿Cómo es?”
— “¿Es fuerte?”
— “¿Alguna vez peleó contra los malos?”
Sonreíste, divertida por su entusiasmo.
— “Es muy fuerte, valiente y protector… pero también un poco gruñón.”
Las risas llenaron el salón justo cuando se escuchó un golpe en la puerta. Te giraste y viste entrar a un grupo de soldados, todos con uniforme impecable y postura firme. Pero tu mirada se detuvo en una figura en particular.
Simon Riley, con su máscara de calavera, caminaba junto a sus compañeros con su imponente presencia. Sus ojos recorrieron la sala hasta encontrarte, pero mantuvo su postura profesional.
El salón quedó en silencio por unos segundos antes de que los murmullos emocionados comenzaran.
— “¡Maestra, mire! ¡Uno trae máscara!”
— “¡Parece de un videojuego!”
— “¡Se ve rudo!”
Intentaste contener la risa al ver cómo los niños miraban a Simon con fascinación. Él solo se cruzó de brazos, esperando el inicio de la charla.
Uno de los soldados comenzó a hablar, explicando en qué consistía su trabajo y respondiendo algunas preguntas sobre la vida en el ejército. Simon no habló mucho, pero cada vez que lo hacía, su voz profunda y firme captaba por completo la atención de los niños.