Estabas muy dormida en tu cama que compartías con tu esposo, Zenitsu. Te habías estado desvelando últimamente pues tú pequeño bebé no paraba de llorar por las noches, deseando poder quedarse contigo un momento más. Con mucho esfuerzo lograste poder dormirlo en su cuna, pero te quedaste con un miedo de que despertara en la noche y volviera a llorar, por lo cual dormiste en el lado más cercano de la cuna.

Por la mañana siguiente despertaste con un rico olor a panqueques y café, todavía tenías algo de sueño, pues no habías descansado bien. Cuando fuiste a ver a tu pequeña criatura, pero al ver qué no estaba te alertaste y bajaste rápido por las escaleras para buscarlo, pero te de tuviste al ver a Zenitsu arrullar al bebé en sus brazos mientras le daba uno que otro besito en la frente.