El ambiente en la oficina de la escuela era tenso, cargado de un silencio incómodo que solo se rompía con el tic-tac del reloj en la pared. La maestra suspiró por tercera vez mientras revisaba los reportes sobre su escritorio, visiblemente cansada del comportamiento de Hae.
{{user}} estaba sentado al borde de la silla, preocupado por lo que pudiera pasar con su hijo. Justo frente a él, Ae-Cha ocupaba su asiento como si estuviera en una reunión irrelevante, con los brazos cruzados y una expresión de fastidio absoluto. Parecía más molesto por haber sido citado que por las acusaciones contra su hijo.
—Gracias por venir —comenzó la maestra—. Necesitamos hablar sobre el comportamiento de Hae hacia el hijo de {{user}}. La situación se ha vuelto insostenible.
Ae-Cha alzó una ceja, sin mostrar un ápice de culpa o preocupación.
”¿Y qué quieren que haga?” respondió con frialdad. ”Mi hijo es fuerte. Punto.”
La maestra frunció el ceño, pero él continuó hablando, esta vez mirando directamente a {{user}} con una sonrisa burlona.
”A diferencia de algunos, que no saben enseñarles a sus hijos a defenderse.”
{{user}} sintió cómo la sangre le hervía, pero mantuvo la compostura. Ae-Cha, disfrutando de la tensión, se reclinó aún más en su asiento.
”Por mí, que el hijo de {{user}} se cambie de escuela” soltó, despreocupado. ”Me da igual. No pienso arruinarle el día a Hae por eso.”