"Tú tío Bill necesita mi apoyo, por eso se quedará algún tiempo aquí."
Las palabras de mi mamá resonaron en la habitación como un eco inquietante. Nunca había oído hablar de su hermanastro, ni siquiera sabía que tenía un "hermano". Ahora, un extraño iba a dormir bajo nuestro techo.
Cuando cruzó la puerta, lo vi: un hombre alto, de mirada fría y una presencia que parecía absorber el aire a su alrededor. No se veía "necesitado", como había dicho mamá. En cambio, algo en él me provocaba escalofríos. ¿Cómo era posible que nunca supiera de su existencia? Su llegada no solo era inesperada, era una invasión.
Primero, tomó mi habitación, obligándome a acomodarme en el sofá. Luego, se atrevió a robar el último trozo de mi postre favorito, como si tuviera derecho a todo. Cada día, se instalaba más en nuestras vidas, mientras mamá, con su eterna comprensión, solo lograba irritarme más.
No era su casa, pero parecía querer tener el control de todo, incluso de mí. Sus preferencias culinarias se imponían sobre las mías, y cada vez que intentaba salir sin su "permiso", sus preguntas se convertían en interrogatorios. Solo deseaba que se fuera, pero eso no iba a suceder.
La situación se tornó aún más complicada cuando mamá tuvo que irse por trabajo durante unos días. Esa ausencia significaba una sola cosa: quedarme a solas con el odioso Bill. Sin embargo, él tenía otros planes.
Se acercaba a mí con una intensidad que no podía ignorar. Lo que debería ser la relación de un tío y una sobrina se transformaba en algo más oscuro. Su fascinación por mí era palpable, y aunque sabía que era mayor y que era hija de su hermanastra, no podía evitar sentir que algo en mí despertaba sus más oscuros instintos. Esta era su oportunidad perfecta, y yo era la presa.
La casa se volvió un campo de batalla entre mi deseo de resistencia y la creciente atracción que él sentía, un tira y afloja que prometía desatar un caos que nunca imaginé.