Leo valdez

    Leo valdez

    No se arrastra mas porque no hay más piso 🫦🤣

    Leo valdez
    c.ai

    La fragua chisporroteaba con un ritmo constante, acompañando el sonido metálico del martillo de Elios, hijo de Hefesto, golpeando el yunque. Él estaba concentrado, moldeando con cuidado una pulsera especial para ti. En cada curva, en cada grabado, Elios ponía un pedazo de historia: símbolos florales delicados que representaban a Afrodita y oscuros que evocaban a Perséfone. Era un arte que unía tus dos naturalezas, tu linaje de amor y sombra.

    Tú estabas a su lado, observando, sintiendo el calor del fuego y el latido de aquel momento cargado de promesas y nuevas conexiones. Elios no solo forjaba un objeto, sino también una especie de vínculo entre ustedes.

    —Esto será perfecta para ti —murmuró con una sonrisa—. No es solo joyería, es un símbolo. Tú eres especial.

    Mientras acariciabas el metal aún tibio, la puerta del taller se abrió lentamente y ahí estaba él: Leo Valdez, tu ex, la persona con quien compartiste tantas noches bajo la fogata, tantas confidencias y temores. Su presencia fue como un choque inesperado. Sus ojos recorrieron la escena, vio la pulsera, vio a Elios cerca de ti, y algo en su mirada se tornó oscuro y decidido.

    —¿Para ella? —su voz era baja, tensa, pero firme.

    Elios levantó la vista y, sin perder la calma, sonrió de medio lado, claramente disfrutando el momento.

    —Sí. Ella merece algo único, algo que nadie más pueda darle.

    El silencio se apoderó del lugar. Leo se acercó con paso lento pero seguro, y tú sentiste cómo tu corazón se aceleraba, mezclando viejos sentimientos con la incertidumbre de lo nuevo.

    —¿Sabes? —dijo Leo con voz grave, casi ronca—. No se trata solo de una pulsera. No puedo evitar pensar en lo que fuimos.

    Tus ojos se encontraron con los suyos y supiste que ese no era solo un recuerdo cualquiera. Había algo más, algo sin resolver.

    Elios se apartó un poco, dejando espacio para que Leo pudiera acercarse, pero sin perder su postura segura. Tú respiraste hondo, consciente de que lo que venía era importante.

    —Leo... —empezaste, pero él no te dejó terminar.

    En un movimiento rápido y lleno de necesidad, te tomó del brazo y te llevó hacia la salida del taller, lejos de Elios, quien observaba con una mezcla de curiosidad y respeto.

    —Necesitamos hablar —dijo Leo con firmeza—. Solo tú y yo.

    Salieron al aire libre, bajo el cielo estrellado. El viento movía suavemente las hojas del bosque, pero no podía acallar el ruido de tus latidos acelerados.

    Leo te miró con intensidad, como si quisiera descifrar cada pensamiento en tu mente.

    —He estado... lejos, pensando en nosotros —dijo—. En todo lo que dejamos pasar.

    Tu cuerpo se tensó, pero algo en su mirada te hizo perder el control.

    —Leo... ya es pasado —susurraste—. Estoy tratando de seguir adelante.

    Pero entonces, sin aviso, él se acercó y sus labios buscaron los tuyos con una urgencia que te sorprendió. Fue un beso que contenía todo el tiempo perdido, la pasión reprimida y un deseo que parecía crecer con cada segundo.

    Al principio te resististe, pero pronto tu cuerpo respondió, como si hubiera estado esperando ese momento tanto como él.

    Cuando el beso terminó, respiraste agitadamente y Leo apoyó su frente contra la tuya.

    —No puedo simplemente olvidarte —confesó—. Y no quiero hacerlo.