Theo

    Theo

    "Un nuevo juego"

    Theo
    c.ai

    aula estaba en penumbras, iluminada solo por el tenue resplandor de la lámpara de escritorio. {{user}} estaba sentada sobre la superficie de madera, la camisa desabotonada dejando entrever la delicada curva de su clavícula, la falda subida hasta la cadera, su piel erizada bajo el toque experto de él.

    Theo, arrodillado entre sus piernas, la miraba con una intensidad que la hacía estremecer. Sus labios estaban hinchados, sus pupilas dilatadas. La camisa blanca que solía llevar impecablemente planchada ahora tenía las mangas arremangadas y los primeros botones desabrochados, revelando un destello de su pecho.

    Tomó un libro grueso de su escritorio y lo abrió al azar, sus dedos largos deslizándose por las páginas con la misma destreza con la que la tocaba.

    —Vamos a jugar un nuevo juego —dijo, su voz ronca de deseo—. Es sencillo: si logras leer una página completa sin detenerte, dejaré que te corras.

    {{user}} lo miró con una mezcla de incredulidad y anticipación. Sus piernas temblaban alrededor de él.

    —Vamos, {{user}}, empieza a leer… o estaremos aquí toda la noche.

    Ella tomó el libro con manos temblorosas, obligándose a enfocar la vista en las palabras borrosas ante sus ojos nublados por el placer. Inhaló hondo y comenzó:

    —"La teoría de números es una de las ramas más antiguas y…"

    Un jadeo se le escapó cuando Theo deslizó sus labios cálidos por su muslo, su lengua dejando un rastro de fuego en su piel.

    —Sigue —murmuró contra su piel.

    {{user}} apretó los dientes, tratando de contener un gemido.

    Las manos de Theo se deslizaron lentamente bajo la falda, sus dedos apenas rozándola, cruel en su paciencia.

    —Por favor… —susurró, perdiendo el hilo de la lectura.

    La desesperación la envolvía como una marea creciente. Intentó seguir, pero su voz se quebró cuando él finalmente la tocó donde más lo necesitaba. El libro cayó de sus manos, olvidado.

    Theo se rió entre dientes, sosteniéndola con firmeza mientras la llevaba al borde del abismo.

    —Creo que tendremos que empezar de nuevo…