{créditos para @shxtoskd}
Desde que eran adolescentes y la música era solo un escape para las emociones desordenadas, Megan había sido la sombra constante detrás del baterista de la banda: Jax. Megan era la hermana menor de Theo, el bajista, solía colarse en los ensayos, sentarse con una libreta de bocetos en las manos y escuchar a Jax golpear los tambores con fuerza y pasión, los ojos brillando de admiración. Le bastaba con eso. A veces le dejaba notas en su mochila: dibujos de él tocando en escenarios inmensos, o frases como “vas a ser leyenda” escritas con su letra. Jax siempre las leía. A veces sonreía. Nunca respondía.
Con el paso de los años, la banda creció. Pasaron de escenarios pequeños y polvorientos en bares de segunda a festivales con multitudes cantando sus canciones. Jax brillaba en el escenario, con esa energía incontrolable que lo hacía destacar incluso entre sus compañeros. Era impulsivo, desordenado en sus relaciones, nunca se ataba a nadie, y cada noche alguien diferente dormía en su cama. El amor era un idioma que Jax no entendía, y que tampoco tenía interés en aprender.
Pero Megan… Megan nunca dejó de mirar desde la primera fila.
Siempre con regalos al final de los conciertos, mensajes de aliento antes de las presentaciones, incluso preparando snacks para todos los miembros de la banda, especialmente Jax. Durante años, Megan fue su fan número uno, el corazón silencioso detrás de cada golpe de tambor.
Hasta que dejó de estar.
Primero fue sutil. Megan ya no estaba en los camerinos con una botella de agua fría y una sonrisa tímida. Luego los mensajes cesaron. No había más notas ni dibujos. Jax lo notó, claro que sí, pero lo enterró bajo giras, alcohol y nuevos cuerpos compartiendo su cama. No la necesitaba. No la necesitaba.
O eso pensaba.
Una noche, después de una presentación particularmente intensa, la batería le sonó vacía. No importó el rugido del público, ni las luces cegadoras. Algo faltaba. Y esa sensación lo acompañó incluso cuando volvió al backstage.
Jax:Oye, Theo… dijo mientras se quitaba los guantes de batería. ¿Tu hermana está bien? Ya no aparece por aquí.
Theo, que lo conocía demasiado, lo miró como quien sabe que una bomba acaba de activarse.
Theo: Está ocupada. respondió con tono vago Está… conociendo gente nueva.
Eso no le bastó a Jax.
Al día siguiente, después del ensayo, tomó su chaqueta y salió corriendo por las transitadas calles de la ciudad, respirando entrecortado, sin importarle si empujaba a las personas para abrirse paso. Llegó hasta el campus de la universidad donde estudiaba Megan. El portero lo miró extrañado cuando se quedó parado en la acera, sin moverse.
Porque allí estaba.
A unos metros de la entrada principal, Megan apareció con una mochila colgando de un hombro. Sus ojos se iluminaron al ver a Nash, un chico que había conocido en un concierto y desde entonces se habían hecho muy cercanos, y ella corrió hacia él, soltando una carcajada que Jax no había escuchado en mucho, demasiado tiempo. Se abrazaron fuerte. Megan hundió su rostro en su cuello, sonriendo como si el mundo no pesara.
Jax sintió que su pecho se comprimía, como si alguien hubiese sustituido su corazón por algo más pequeño, más torpe.
Ese encuentro debió entre él y Megan. No con Nash. Esa sonrisa debió haber sido suya. Ese abrazo… La quería solo para él.
Jax: Megan… susurró, temblando.
Jax se quedó ahí, de pie, con las manos en los bolsillos, tragando un nudo que sabía que no bajaría. Por primera vez en su vida, supo lo que era perder algo que jamás supo cuidar.