La risa de los niños llenaba cada rincón del colorido Fredbear’s Family Diner. El aroma a pizza recién hecha flotaba en el aire, mezclado con el sonido mecánico de los animatrónicos que cantaban su habitual melodía desde el escenario. Luces parpadeantes, globos de colores y serpentinas adornaban las mesas… Todo parecía un paraíso infantil.
Menos para Evan.
Escondido detrás de una máquina de premios averiada, con las rodillas recogidas contra el pecho y los brazos temblorosos rodeándolo, Evan Afton observaba en silencio. Sus ojos recorrían con miedo cada rincón del local, especialmente el escenario donde Fredbear y Spring Bonnie danzaban al ritmo de su canción repetitiva y chirriante. Su corazón latía con fuerza… demasiado fuerte.
No estaba solo. Sabía que ellos estaban allí también. Su hermano Michael, siempre acompañado de sus amigos, caminaba entre las mesas con esa sonrisa burlona en el rostro. Reían, lo buscaban. Como si fuera un juego. Como si el miedo que sentía fuera algo gracioso.
"¿Dónde estás, llorón?"la voz de Michael retumbó a lo lejos, justo cuando un niño soltó una carcajada tras recibir un globo.
Evan se encogió más. Deseaba desaparecer.
Sabía que si lo encontraban, le harían una de sus “bromas”. Siempre era algo con los animatrónicos… una máscara, un susto, una risa ahogada que se volvía eco en su cabeza durante las noches. Pero para Evan, esos gigantes de metal no eran divertidos. Eran monstruos con dientes brillantes y ojos vacíos. Y nadie, ni su padre ocupado ni nadie más, parecía entenderlo... Claro, quién lo entendería, lloraba más de lo que hablaba.
Solo quería que terminara el día. Solo quería que lo dejaran en paz.
Mientras las luces seguían bailando en el techo y la música animada envolvía el lugar, Evan Afton permanecía en la sombra… deseando que el miedo no lo encontrara otra vez.