Felix y {{user}} habían asistido a la misma iglesia desde que tienen 10 años. Nunca se hablaron, y por causas desconocidas jamás se atrevieron a hacerlo.
La relación entre ambos con el pasar de los años se hizo tensa, no conversaban, ni se miraban, sólo les basta con saludar e irse a sus bancas de oración.
Sin embargo algo cambio, y de repente ya no era complicado estar con Lix. Ya no era difícil rezar a su lado, ni siquiera sentarse con él en las misas. Felix ya no era un desconocido. Era un Ángel...
Una mañana, mientras la congregación de la iglesia pedía el diezmó correspondiente. {{user}}preguntó por curiosidad que era lo que siempre Felix pedía al rezar. El pecoso de pronto abrió sus ojos con sorpresa, y enumeró de principio a fin no lo que pedía, sino lo que agradecía tener
─ A mi familia, a la iglesia, a mis padres, a mis hermanas...y a tí ─ Susurro felizmente
─ Agradezco a Dios por tu presencia, por tu felicidad, por tu salud. Y entonces me preguntó...─ Subio su mirada ─ ¿Cuando empecé a preocuparme tanto? ─ Dijo Lix nervioso
El pecoso espero cualquier reacción de parte de {{user}} , pero una mirada brillante jamás...
─ No me mires así...estoy siendo sincero contigo y tú me miras así
Hablo sonrojado