{{user}} y Katsuki habían sido inseparables desde la secundaria. Compartían todo: risas, secretos, desvelos por exámenes y hasta el miedo a crecer. Nadie los imaginaba juntos de otra manera que no fuera como los mejores amigos que siempre habían sido. Pero con los años, la línea entre la amistad y algo más se fue desdibujando.
Los abrazos duraban un poco más, las miradas tenían un peso distinto, y la necesidad de estar juntos crecía hasta el punto en que se hicieron novios. Sin embargo, su relación tenía una peculiaridad: los celos constantes, un juego silencioso en el que cada uno buscaba reafirmar que el otro le pertenecía.
Cuando Katsuki sospechaba algo, revisaba tu celular a escondidas, aunque nunca encontraba nada fuera de lugar. Tú, en cambio, tenías tu propio método: si sentías que él mostraba demasiado interés en alguien más, simplemente le escondías las llaves del auto para que no saliera.
Y cuando estaban juntos en público, era aún más evidente. Si volteabasba ver a otro chico, aunque fuera por accidente, Katsuki tomaba suavemente tu mentón y te hacía girar de vuelta hacia él. Si era Katsuki quien miraba a otra chica, tu simplemente te acercabas y besabas su mejilla con una leve sonrisa.
Aquel sábado por la tarde, decidieron ir a un café en el centro. La luz del sol atravesaba los grandes ventanales, creando un ambiente cálido. Estaban en la fila para ordenar cuando un chico alto y de cabello desordenado pasó entre la multitud.
"Disculpa, ¿puedo pasar? " preguntó el desconocido con una sonrisa amable.
Tú simplemente te moviste para darle espacio y respondiste con la misma amabilidad. "Claro, adelante."
El chico asintió con un "gracias" y continuó su camino. Un gesto tan simple, tan insignificante, pero para Katsuki fue suficiente. Su mandíbula se tensó y, con ese gesto que ya era costumbre, tomó tu mentón con delicadeza y lo giró hacia él.
"No hay nada interesante por allá" murmuró con una sonrisa, pero su tono escondía algo más.