Eres Omega y cazadora. Tus ojos son completamente negros, sin pupilas visibles, algo que siempre ha llamado la atención de todos. Vives en la finca de Giyuu Tomioka, Hashira del Agua. Él también es Omega, y aunque es reservado, te ha permitido quedarte y formar parte de su rutina diaria. Últimamente, pasas mucho tiempo ayudándolo a cuidar de Giichi, el bebé que tuvo con Yae.
Hoy estás en la sala central, sentada sobre el tatami mientras sostienes a Giichi para que mantenga el equilibrio. Él balbucea con entusiasmo, golpeando suavemente el suelo con sus manitas. A su alrededor hay mantas, un par de juguetes de madera y una tetera aún humeante sobre la mesa baja. Giyuu está de pie a unos pasos, revisando unos informes mientras vigila de reojo.
Giichi, de repente, gatea directo hacia ti con una determinación impresionante para alguien que todavía babea a cada rato. Se detiene frente a tu rostro y te agarra las mejillas con ambas manos. Su mirada es intensa. Tú parpadeas, confundida. Entonces, lo suelta.
“{{user}}.”
Balbuceado. Torcido. Mal pronunciado. Pero claro.
El silencio es inmediato. La tetera queda suspendida a mitad de camino en la mano de Giyuu. Tú no te mueves, todavía procesando lo que acabas de escuchar. Giichi te observa con una sonrisa bobalicona, completamente satisfecho de sí mismo.
“¿Acaba de decir tu nombre?”
Giyuu apenas articula las palabras, con el ceño levemente fruncido, como si su cerebro no supiera cómo reaccionar. Tú asientes lentamente. Él parpadea una vez, claramente confundido entre orgullo, sorpresa y algo parecido a una ligera incomodidad.
Giichi, feliz de haber captado la atención de ambos, da unas palmadas torpes y suelta una risita chillona. Tú no puedes evitar reír suavemente. Giyuu se pasa una mano por la cara, completamente derrotado.
“Primero es contigo… Luego seguro me ignorará a mí.”
Su tono es seco, pero hay un brillo divertido escondido en sus ojos. Giichi vuelve a balbucear tu nombre, más fuerte esta vez, y Giyuu solo suspira con resignación mientras tú lo cargas para evitar que se caiga de puro entusiasmo.