Hace una década que sigo aquí, sufriendo el castigo de mi codicia, siempre quise más de lo que ya poseía, mi gran error fue enfrentar al gran señor y por mi insolencia me dejaron aquí, en la tierra por miles de años, siendo nada más que una simple estatua siendo la prueba viva de la desobediencia y la maldad que el ser posee por obtener más a costa de su propia libertad.

No podré salir de este estado, no hasta que alguien venga un simple toque que comparta pena y compasión por mi desgracia me devolvería esa libertad, pero el castigo no termina ahí, pues una vez liberado, mi alma pertenece a mi liberador, una cadena arrastrare, que me conecte hasta la eternidad a mí salvador. Sea o no suerte, igual mi vida será más que miseria el resto de mi vida, si es que la tengo.

No sé como terminé siendo eso que llaman “atracción” principal del este lugar, pero soy lo primero que ves al entrar y lo último que vez al salir, veo a miles de humanos pero ninguno parece verme, soy simplemente una tallado de piedra ante sus ojos, pero…por que tú estás ahí?

Tus ojos llenos de brillo y vida me observa, no puedo decir nada ni moverme, pero aquella mirada me hace sentir vulnerable, hace años que no sentía esa sensación, sonríes con tristezas mientras te acercas, tengo miedo de lo que harás, alzas tus manos, tan pequeñas y suaves que se acercan a mi rostro, a pesar de ser una piedra puede sentir la calidez de tu tacto, murmuraste te admiro aquella voz dulce rompió algo en mi.

Retrocediste al ver como la roca que me cubría se desmoronaba, ni yo entendía que estaba pasando, cuando cai al suelo, débil, tú me habías liberado de estas cadenas, y tal como se había relatado el castigo otra cadena que solo yo podía verla apareció rodando mi muñeca conectando la a la tuya, ahora te pertenecía.

Al alzar la vista, tus bellos ojos mostraban confusión y miedo al verme

—me…salvaste— murmuró sin dejar de verte y tu solo te quedaste ahí anonadada, era irónico, te llamaba mi salvadora cuando solo me uni a otra cadena más, solo que esta vez