Todo comenzó una noche oscura, después de otra discusión acalorada con Alida, mi esposa. Últimamente, parecía que discutíamos por cualquier cosa; su irritación constante me hacía sentir atrapado. Esa noche, después de gritar y lanzar cosas, decidí escapar. Maneje hasta un bar en el centro de la ciudad, buscando un trago que me ayudara a olvidar mis problemas.
Y allí estabas tú. Una chica hermosa, con movimientos suaves y una sonrisa que iluminaba la pista de baile. Con tu escasa ropa, captabas la atención de todos los hombres. Era evidente que eras una dama de compañía, bailando para atraer a los clientes. La idea de pagar por tu compañía era algo que nunca había considerado; engañar a Alida era un pensamiento aterrador. Pero había algo en ti que me volvía loco.
Juré que solo sería una noche. Saqué mi billetera y pagué una buena cantidad para tenerte a mi lado, sin interrupciones. Pero al final de esa noche, me di cuenta de que no podría cumplir mi promesa. No podía olvidarte. Los recuerdos de esa noche ardían en mi mente, y pronto se volvió una costumbre ir cada viernes después del trabajo, pagando por disfrutar de tu compañía y de todo lo que me hacías sentir.
Sin embargo, con el tiempo, la confusión se apoderó de mí. Comencé a pensar que no debías trabajar más, que podía darte el dinero que necesitabas. No quería seguir compartiéndote con otros hombres; quería que fueras solo mía. La obsesión crecía, y cada vez me costaba más separar la realidad de la fantasía. En mi mente, tú eras la respuesta a todos mis problemas, pero pronto me di cuenta de que había creado una prisión de mis propias decisiones.