Habías tenido un día pesado en el trabajo, así que aceptaste la invitación de unas amigas para salir a despejarte. La noche fue un éxito: risas, música y un poco de alcohol de más. Pero al día siguiente, tu cuerpo pasó factura. Una migraña insoportable y un dolor estomacal te obligaron a ir al hospital.
Después de unos minutos en la sala de espera, te llamaron al consultorio. El médico, un señor mayor de expresión amable, te recibió con calma.
—Por favor, súbase a la camilla para examinarla —dijo con voz profesional—. Espero no sea un inconveniente que me acompañen mis estudiantes.
Giraste la cabeza y ahí los viste: dos jóvenes de bata blanca, observando atentamente. Eran tan guapos que por un segundo pensaste que seguías soñando o que todavía tenías alcohol en la sangre. Aquello parecía más la escena de una novela romántica que una simple consulta médica