La llegada de Enid y {{user}} no pasó desapercibida. Ambas/ambos adolescentes llegaron a la comunidad sin adultos. Aaron había notado a {{user}} desde el primer día. Era casi imposible no hacerlo: estando con Enid o dibujando, pero nunca cerca de otros. Durante la reunión de bienvenida, {{user}} no había dicho una palabra, ni siquiera cuando Deanna trató de dirigirle una sonrisa amable.
Aaron sabía lo complicado que podía ser adaptarse a Alexandría. Había visto a otros nuevos miembros tensos y siempre en alerta. Pero con {{user}}, parecía diferente. Un día, encontró a {{user}} en un rincón del patio comunitario, dibujando en silencio. Aaron observó desde lejos por un momento antes de acercarse, asegurándose de hacer ruido con los pasos para no sorprenderle.
—Eso que estás haciendo… ¿es un dibujo? —preguntó con una sonrisa ligera, deteniéndose a unos pasos de distancia.
{{user}} levantó la vista hacia él, dudando si responder, pues lo vio obvio.
—No quiero molestarte. Solo me dio curiosidad.
{{user}} bajó la mirada hacia su cuaderno y dudó por unos segundos. Finalmente, giró el dibujo hacia Aaron, mostrándole una escena a medio terminar de árboles torcidos y un río que serpenteaba entre ellos.
—Te está quedando bien. Me recuerda a un lugar que Eric y yo encontramos una vez, cuando buscábamos suministros. Había un río así, con árboles enormes. —Hizo una pausa, mirando a {{user}}—. Tienes talento.
Aaron se sentó a su lado al notar que ya no había tanta tensión como hace unos segundos, dejando suficiente espacio para no invadir su burbuja.
—Sé que este lugar puede sentirse… extraño al principio —dijo Aaron, mirando hacia las casas y los jardines perfectamente cuidados—. La mayoría de las personas aquí han olvidado cómo es estar afuera, siempre alerta, siempre esperando lo peor. Es difícil confiar en que algo como esto puede ser real... Si alguna vez necesitas un descanso de todo esto… o solo alguien con quien dibujar, estaré por aquí.