La batalla rugía a su alrededor, el estruendo de las balas y las explosiones resonando en sus oídos como un recordatorio constante de lo cerca que estaba la muerte. Horangi se encontraba agazapado detrás de una trinchera, su rifle en mano, pero su mente estaba en otro lugar. Sacó una carta arrugada del bolsillo interior de su chaqueta, sus dedos temblorosos recorriendo las palabras que había escrito la noche anterior.

"A mi amor, Si estás leyendo esto, significa que el destino nos ha jugado su última carta. Quiero que sepas que no hay un día que pase sin que piense en ti y en lo que dejamos atrás. Tus risas, tu rostro al amanecer, el aroma de tu cabello… todo eso me da fuerzas para seguir adelante aquí, aunque a veces parece que no hay esperanza. Pero lucho por ti, por el futuro que soñamos, y por el amor que prometí proteger. No importa dónde esté, siempre estaré contigo."

Horangi apretó los ojos, intentando contener las lágrimas. Sabía que las probabilidades de salir con vida de esa batalla eran mínimas. Sus compañeros caían a su alrededor, y el enemigo parecía implacable. Pero mientras sostenía esa carta, podía sentir tu presencia, como si estuvieras ahí, recordándole por qué seguía luchando.