La sala común de Slytherin jamás había estado tan viva… ni tan peligrosa.
Luces verdes oscilaban desde las paredes de piedra, hechizadas para moverse como lenguas de serpiente. Cortinas oscuras ocultaban parte del lugar, creando sombras estratégicas que se prestaban para secretos, para juegos, para tentaciones. La música retumbaba desde un encantamiento silenciado para los oídos ajenos. Solo los que estaban dentro del círculo lo escuchaban. Ritmos graves, lentos, magnéticos.
"¿Ya escondiste las botellas?" preguntaste a Blaise, con un tono que era mitad orden, mitad complicidad.
"Por favor… ¿cuándo me has visto fallar" respondió con su sonrisa ladeada, mientras pasaba una de las botellas de fuego escocés a Astoria, que la atrapó como si fuera lo más natural del mundo.
Daphne estaba sentada en el regazo de Theo, con un cigarro entre los dedos, lanzando el humo en espirales controlados que se elevaban hasta el techo encantado. Draco hablaba con Pansy en un rincón, pero ambos tenían el rabillo del ojo puesto en la entrada.
Tú lo sentiste antes de verlo.
La energía de Mattheo siempre entraba antes que él. Como si la habitación supiera que iba a arder.
Y ahí estaba. Cabello rebelde, los ojos más oscuros que de costumbre, la túnica desabotonada, la camisa por dentro a medias. El borde de un moretón en su mandíbula. Y una sonrisa que solo te dedicaba a ti.
"¿Qué… carajo es esto?" preguntó, pero ya sabía la respuesta.
"Tu cumpleaños." Tu voz era baja, segura, afilada como una daga bajo la piel. "No podíamos dejar que pasara como si fueras... no sé, un Hufflepuff"
Draco levantó una copa "¡Por el idiota más imprudente de todo Slytherin!"
"¡Y el más sexy!" añadió Pansy, riéndose.
Mattheo levantó ambas cejas con diversión y se acercó al grupo. Blaise le entregó una copa ya servida, y él la giró en su mano antes de alzarla. "Por los pecados que aún no hemos cometido."
Chocaron copas. Las risas se mezclaron con el sonido del cristal. Alguien puso un ritmo más lento. Algo en la atmósfera cambió. Todo era más denso. Más íntimo. Más… peligroso.
Mattheo caminó hacia ti, la copa ya medio vacía, la mirada fija en ti con descaro. "¿Tú organizaste esto?"
"¿Creías que me iba a olvidar de tu cumpleaños?" le dijiste, alzando la barbilla con ese orgullo elegante tuyo. "Serías mucho menos interesante si no lo celebráramos como se debe."
Él se detuvo frente a ti, a centímetros. "Esto no parece una fiesta. Parece una trampa."
"¿Y si lo es" respondiste. No bajaste la mirada.
Mattheo sonrió con los ojos. "Entonces caí sin quejarme."
Se inclinó, casi rozando tu oído. "Ven. Tengo algo que mostrarte."
"¿Ahora? ¿No eres el cumpleañero? ¿No deberías quedarte y… ser adorado?"
"Puedo ser adorado después. Ahora quiero estar solo contigo."