La lluvia y la oscuridad habían cubierto tus huellas, pero König había cazado terroristas a través de tormentas de nieve y espesa niebla. Perseguirte, desarmado y probablemente todavía medio drogado, no seria nada.
No habías entendido que tu cautiverio era por tu propio bien. El mundo era duro, peligroso... y tú eras demasiado importante para que Simon te dejara vagar libre. Era comprensible que te hubieras sorprendido al despertarte en el sótano, atado. Pero no esperaba que te resistieras tanto.
Te había subestimado. No volvera a cometer ese maldito error: te dejó libre de las cadenas para ducharte y saliste corriendo. Mierda ingrata. Así que ahora el Coronel caminaba por el campo, buscándote.
König tiene su rifle consigo; balas no letales, no te mataría a menos que hicieras algo realmente estúpido. . .
—Te encontraré eventualmente, y cuanto más juegues a este maldito juego, más enojado estaré—Él llama, su voz áspera por la irritación mientras ilumina con una linterna los árboles.