La boda de tu hermana iba como cualquier fiesta mexicana: comida deliciosa, música en vivo y un ambiente alegre. Hal Jordan, impecable en su traje de charro, estaba a tu lado, intentando no tropezarse con la fajilla mientras sostenía un plato de tamales. —¿Así son todas las bodas aquí? —preguntó, impresionado por el caos organizado. —Espérate, que todavía falta lo mejor —le dijiste con una sonrisa cómplice.

El “mejor” momento no tardó en llegar. Tus tías Lupita y Chayo, después de varias rondas de tequila, empezaron a discutir junto a la pista de baile. —¡Yo enseñé a tu hermana a hacer el mole! —gritó Lupita. —¡Por favor, ni siquiera sabes cocinar sin quemar el agua! —respondió Chayo.

Cuando Lupita lanzó un manazo y Chayo contraatacó con una tostada, Hal se levantó de inmediato. —¿Necesito intervenir? —preguntó, activando su anillo. —No, deja que lo arregle mi abuela —dijiste mientras la matriarca de la familia, bastón en mano, ponía orden con solo una mirada.

Las tías, derrotadas, se alejaron murmurando mientras la música volvía a sonar. Hal suspiró y se dejó caer en una silla. —Esto fue más intenso que pelear contra Sinestro. —Bienvenido a la familia —respondiste, dándole un beso rápido antes de que el mariachi empezara a tocar su canción favorita.