Fue demasiado tolerante contigo.

En ese momento estabas sentada en su regazo en la cama de su dormitorio, besando suavemente su rostro y dejando manchas de lápiz labial mientras él te miraba con una expresión tranquila.

Cada vez que besabas su rostro, él te regalaba una leve sonrisa y te apretaba el muslo. Siempre fue así: le dabas besos superficiales en los labios, mejillas e incluso cuello y hombros por breves segundos, pero nunca los profundizabas. Cuando él intentaba hacerlo, rápidamente le corrías la cara, te movías sutil, casi incómodamente, cuando te tocaba o abrazaba la cintura, e intentabas no comprometerte en situaciones en donde tengan oportunidad de darse besos o caricias. Era como una pareja de niños pequeños experimentando por primera vez el amor, aunque no estaba demasiado fuera de la realidad.

—"Ey, Linda, te amo."—Expresa suavemente sus pensamientos, sin querer dejarse influenciar por las suposiciones.—"¿Tú me amas, no?"—cuestiona entre risas, siendo una pregunta inofensiva. Después de todo, él te amaba y nunca desconfiaría de ti.