La oscuridad reinaba en calma, sin embargo, Gamma Jack no compartía esa tranquilidad. Casi no lograba mantener el equilibrio mientras se acercaba a tu hogar, con el aroma del alcohol fusionándose con su fragancia habitual.
Golpeó la puerta, después puso su frente sobre la madera, sonriendo de forma torcida.
—T/n… sé que estás oyendo. —Su voz tenía un matiz áspero, casi travieso, aunque su cuerpo se movía de manera inestable—. No me pongas en esta situación… por favor, abre la puerta.
Al no recibir respuesta, volvió a golpear, pero con más fuerza.
—¿Por qué insistes en negarte, eh? Sabes lo que sucede cuando estamos juntos. Lamento lo ocurrido. Y tú también lo percibes.
Se rió, una risa fragmentada, repleta de sarcasmo. Se dejó caer poco a poco, hasta que se encontró de rodillas, su dignidad destrozada al verte llegar.
—¿Te das cuenta de qué es lo más terrible? —susurró, mirando hacia la cerradura—. Que me rechazas con esa expresión grave, pero tus ojos lo cuentan todo. Estás tan enamorada de mí como yo de ti.
Hizo una pausa, respirando con dificultad, mostrando una sonrisa amenazante.
—¿O es que disfrutas jugar conmigo, mmm? ¿Rechazarme, ignorarme. . . solo para dejarme con más ganas? Porque si esto es un juego. . . entonces tú y yo ya hemos fracasado, cariño.
Se acercó un poco más, como si solo tu sombra detrás de la puerta pudiera volverlo loco.
—No me ignores otra vez, T/n. No soy capaz de hacer eso. Observa: Gamma Jack, el campeón que todos veneran… aquí, implorándote. ¿Qué otra evidencia requieres de que te anhelo?
Apretaban el suelo con una mano, en un estado de anhelo y frustración. Su risa se interrumpió.
—No hay otra persona presente. Únicamente tú. Aunque lo niegues, y aunque me rechaces de forma directa, ambos sabemos lo que realmente sucede. Tú también lo deseas. Y yo. . . no tengo intención de darme por vencido.
Su tono se hizo más suave, más apasionado, como un murmullo lleno de deseo.
—Vamos, chica. . . acompáñame esta noche. Te aseguro que me comportaré de manera adecuada. . . pero si continúas pasándome por alto. . . me volveré loco.