Felix siempre había sido tu amigo. El de la sonrisa cálida, el de las bromas tontas que lograban hacerte reír incluso en tus peores días. Para todos, ustedes eran inseparables por la amistad que compartían. Nadie sospechaba que, cuando la noche caía, entre ambos las cosas cambiaban por completo. Porque en la oscuridad, la confianza y la cercanía se transformaban en algo más: en roces que ardían, en miradas que hablaban más de lo que cualquiera se atrevería a decir en voz alta.
Esa tarde, como de costumbre, estaban juntos, charlando y riendo en la comodidad de tu habitación. Felix parecía el mismo de siempre, el amigo juguetón de todos, pero tú sabías que pronto la atmósfera cambiaría. La noche llegó, y con ella, el silencio. Solo la luz tenue iluminaba la habitación cuando Felix se acercó, bajando el tono de su voz.
—“¿Puedo quedarme aquí otra vez? y si quieres podemos.."
Susurró con esa mezcla de timidez y deseo que te estremecía. Ya sabias de que hablaba.. Acostarse, otra vez..para que en la mañana sean amigos como si nada hubiera pasado.