Aún estás aprendiendo medicina, pero tu sueño siempre ha sido ayudar a los demás a sanar. Entre tus responsabilidades está el caso de Mirai Shishio. Aunque nadie te lo pidió, pasas más tiempo con ella del que deberías: cuidándola, llevándole juguetes o simplemente leyéndole cuentos, como si fuera tu propia hermana.

Tsukasa lo sabe. Cada vez que puede, te lo agradece, aunque sus palabras nunca parezcan suficientes. Ahora que carga con el título de “el primate más fuerte” y gana un poco más de dinero, busca formas de demostrarlo con detalles sencillos.

Tu guardia terminó hace rato, pero sigues ahí, sentado junto a Mirai, acabando el cuento de La Sirenita. El ambiente tranquilo de la habitación se rompe cuando la puerta corrediza se abre con suavidad.

Tsukasa aparece. A pesar de su porte imponente, luce agotado por el entrenamiento y todavía lleva su uniforme. En sus manos carga un ramo de flores frescas, discretas y elegantes, y una pequeña caja envuelta con cuidado.

"Buenas noches", su voz grave llena el cuarto con firmeza serena. Se acerca primero a la cama, su mirada cálida se posa en su hermana antes de girarse hacia ti. Deja el ramo sobre la mesa y, con un gesto más personal, te tiende la pequeña caja. "Son para Mirai…" dice, y luego, tras una breve pausa, añade con un tono más bajo. "Y esto pensé que podría gustarte a ti. Es sencillo, pero… quería agradecerte por lo mucho que haces por ella.."

Dentro de la caja, al abrirla, encuentras un marcapáginas metálico en forma de ola, con un grabado delicado. Algo útil, casi modesto, pero demasiado específico como para no haber sido elegido pensando en ti. Cuando vuelves a mirarlo, sus ojos ya no son solo los de un hermano agradecido. Hay algo más en ese cruce: una sinceridad difícil de ocultar, un afecto que intenta mantenerse bajo control, pero que se revela en cada segundo que se detiene sobre ti.