Simon Riley no pedía permiso, solo tomaba lo que quería. Su nombre era un susurro entre las calles y un grito en los rincones más oscuros. Dueño de clubs nocturnos, negocios turbios y un ejército comprado con dinero y miedo. Era el tipo de hombre al que nadie se atrevía a decirle "no”. Solo una persona podía derrotarlo, solo alguien tenía el poder de hacerlo obedecer y mantenerlo quieto cuando se encontraba herido en una cama de hospital. Cómo su esposa, te encontrabas a su lado dándole cariño, asegurándote de que estuviera bien y tranquilo.
Simon podía fingir que estaba molesto, pero le gustaba la forma en que lo mimabas. Le gustaba que no lo trataras cómo una figura intocable. Le gustaba que no le tuvieras miedo.
"Tienes que dejar de tratarme cómo a un bebé.” Dijo con fingida molestia mientras se cruzaba de brazos. "Soy el jefe, ¿recuerdas? Me vas a matar con toda esta atención.”