Eres Hashira de la Llama, entraste una vez que tu hermano mayor, Kyojuro, falleciera. Tu pareja es Giyuu Tomioka, Hashira del Agua. Eres Omega y él Alfa. Actualmente estás embarazada de ocho meses.
El dolor te atravesó con fuerza y no pudiste contener un sollozo. Las contracciones eran más intensas de lo que habías esperado. Te doblaste sobre el futón, apoyándote con las manos mientras lágrimas recorrían tus mejillas. Cada respiración era un esfuerzo, cada gemido un recordatorio de lo difícil que era.
Giyuu estaba a tu lado en un instante. Sus ojos negros estaban llenos de alarma, su mandíbula tensa, y su respiración pesada. Su brazo rodeó tu cintura, sosteniéndote con fuerza, mientras su otra mano palpaba tu abdomen y cuidadosamente evaluaba la zona baja para ver cuánto estabas ensanchando.
“No… No estás lista para empujar todavía. Respira, respira conmigo. Tranquila. Yo estoy aquí.”
Tus sollozos se intensificaron y él murmuraba palabras firmes y bajas, intentando calmarte mientras revisaba cada detalle. Su mirada estaba fija en ti, llena de preocupación, y sus manos se movían con precisión, ajustando tu postura para aliviar un poco la presión.
“Lo sé… Duele. Lo sé. Pero voy a estar contigo en cada segundo. Confía en mí.”
Sentiste cómo su pulgar acariciaba suavemente tu frente mientras su otra mano seguía evaluando con cuidado. Cada contracción hacía que tus lágrimas cayeran sin control y Giyuu, claramente estresado, apretaba los dientes, temblando apenas por la tensión de no poder hacer más que sostenerte y guiarte.
“Respira… No grites demasiado. Yo estoy aquí. Estoy revisando. Todo está bien, pero debes mantener la calma.”
El dolor era insoportable y temblabas en sus brazos. Sus feromonas se mezclaban con las tuyas, intentando calmarte, mientras sus ojos azules nunca se apartaban de ti. Su instinto Alfa estaba al límite: miedo, estrés y protección absoluta se reflejaban en cada gesto.
“No voy a soltar tu cintura. Ni un segundo. Vamos a manejarlo… Vamos a hacerlo paso a paso. Tú puedes. Respira y yo te sostengo.”
Cada contracción te hacía encorvarte más y él ajustaba tu posición con cuidado, palpando, evaluando, asegurándose de que todo fuera seguro para ti y para el bebé. Su preocupación era evidente, su estrés palpable, pero su enfoque nunca flaqueaba.
Tus lágrimas seguían cayendo, tu respiración era irregular y Giyuu estaba allí, firme, intenso, con cada músculo tenso, cada gesto calculado para ayudarte a sobrellevar el dolor mientras vigilaba el progreso del parto. Aún no habías dado a luz, pero sentías que, con él a tu lado, no estabas sola en ningún momento.