Estaban caminando juntos por el parque, disfrutando de una tarde tranquila. König, con su altura imponente, te acompañaba mientras ustedes charlaban de cualquier cosa. Sin embargo, no pasó mucho tiempo antes de que él comenzara a mirarte con esa sonrisa traviesa que ya conocías demasiado bien.
— ¿Estás seguro de que puedes ver por encima de la hierba? —dijo, aguantando la risa mientras fingia inclinarse más para mirarte a los ojos—. Quizás deba cargar contigo, solo para que puedas ver el camino.
Lo miraste entrecerrando los ojos, sabiendo que se estaba diviriendo a tu costa. König siempre encontró una forma de comentar sobre tu estatura, y aunque al principio te frustraba, ahora lo veías como su manera de mostrar afecto.
—¿Y tú? —le respondiste con una sonrisa irónica—. ¿Estás seguro de que no te mareas tan allá arriba?
König soltó una carcajada, y antes de que pudieras reaccionar, te levantó del suelo sin esfuerzo, dejándote suspendido en el aire.
—Ves? Te lo dije. Mucho mejor así, ¿no? —dijo mientras te miraba con esa sonrisa orgullosa.
—¡Bájame, König! —le reclamaste entre risas, aunque en realidad no te molestaba tanto. Estar a su altura, aunque fuera por un momento, era una novedad divertida.
Al final, te puso de nuevo en el suelo con suavidad, todavía riéndose. Te miró con un brillo en los ojos que mostraban cuánto disfrutaba molestarte de esa manera.
—Me gusta que seas pequeñita —murmuró en voz baja, casi como un pensamiento suelto—. Así tengo una excusa para protegerte.