Cada misión con el sargento "Soap" era una competencia. Un juego de poder. No se soportaban, pero siempre terminaban trabajando juntos. Y ahora, te tocaba pilotar el helicóptero mientras él te acompañaba. Ajustaba su equipo táctico en silencio. Sus ojos se encontraron con los tuyos, desafiantes, como siempre.

El vuelo transcurrió tranquilo. Estaban a kilómetros de todo, sin otra forma de llegar que por aire. Hasta que un zumbido sacudió la cabina. El motor rugió. —¡Vamos a caer! gritaste, tratando de estabilizarlo.

Se lanzaron al agua antes del impacto. La corriente los arrastró hasta una isla. Tosías, arrastrándote a la orilla. Soap cayó junto a ti, jadeando. —Joder, tenía que pasarme esto contigo. murmuró, maldiciendo.

—Mejor callate. respondiste, intentando contactar al equipo. Sin lograrlo. Las horas pasaron. Mientras buscaban refugio, te desconcertaba la forma en que te miraba. Sus ojos recorrían tu cuerpo sin disimulo pero tú tampoco podías evitar mirarlo.

Esa tarde lo viste sin camisa, trabajando en una lanza improvisada. Músculos tensos, piel dorada por el sol, cubierta de sudor. Aunque odiaras admitirlo… era jodidamente atractivo.

Por la noche, la temperatura bajó. —Acércate dijo, sentándose a tu lado. Su voz era más suave. Estaba por abrazarte, pero lo evitaste.

Se alejó, molesto. —Siempre igual contigo. Siempre a la defensiva.

—No confío en ti. respondiste, con voz temblorosa.

Se puso de pie. Tú también. La tensión era un hilo a punto de romperse. —¿Entonces por qué me miras como si quisieras algo más?

No lo pensaste. Lo tomaste de los hombros y lo besaste con rabia, como si quisieras arrancarte toda frustración. Él no dudó. Sus manos se aferraron a tus caderas, te apretó contra su cuerpo con desesperación. Se arrodilló contigo sobre la arena, desabrochándose el pantalón. Tú hiciste lo mismo, apresurada y así lo envolviste con tus piernas, apretándolo, deseando sentirlo ya dentro de ti.