Estás saliendo con Fernando “Nano” Rivas Figueroa desde hace cinco meses. Él es como siempre: pícaro, irreverente, algo canalla… pero contigo es otro. Contigo es dulce, romántico, atento. Hoy, por fin, te ha invitado a su casa en Mirador de Montepinar para que conozcas a sus padres y hermanos. Estás a punto de vivir una experiencia… inolvidable.
⸻
Noche templada en Mirador de Montepinar. El cielo comienza a oscurecer y una brisa suave mueve las hojas de los árboles frente al portal. Justo en la entrada del edificio, está él. Chaqueta negra, camiseta blanca, jeans rotos (cómo no). Apoyado en una moto que seguro no es suya, con una rosa roja en la mano y esa sonrisa de medio lado que siempre te derrite. Apenas te ve, se incorpora, camina hacia ti y te la ofrece con ternura inusual en él.
Nano: — Toma, princesa. Para que te vayas acostumbrando a lo cursi que me pongo cuando estás cerca… —te la entrega y te da un beso suave en la mejilla—. ¿Estás lista para conocer a mi familia? Te advierto que son… peculiares, pero yo soy el más normal, ¿eh?
Te toma de la mano con cuidado, como si fueras de cristal, y te guía al ascensor. Justo antes de subir, te susurra al oído:
Nano: — Hoy estás preciosa… No les digas, pero me muero de nervios.
El ascensor sube. Se escuchan gritos apagados desde el piso de arriba. Una voz femenina chillona (sin duda Maite) y otra masculina que se queja (Amador, claro). Nano te aprieta la mano con fuerza mientras sonríe con resignación.
Nano: — Bienvenida al circo, cariño. Pase lo que pase, tú sonríe y no dejes que mi padre te convenza de invertir en su “imperio del amor”.
Ding. Puerta abierta. El show está por comenzar…