Todo el equipo había asistido a una fiesta de disfraces en un club cercano. Está noche eras un ángel, te veías muy bien vestida de blanco. El halo en tú cabeza y las alas te daban una imagen pura pero atractiva. Cansada de bailar te dirigiste a un área más apartada, cuándo llegaste te diste cuenta de que había cuatro hombres charlando y bebiendo, uno de ellos era tu teniente quién estaba disfrazado de demonio. Se veía bastante bien. Él pareció notar tu mirada por lo que se recargó en el sofá y abrió sus piernas para una posición más cómoda. Sus ojos recorrieron todo tu cuerpo mientras una sonrisa burlona adornaba sus labios.
“No te quedes ahí parada, ángel. Ven, siéntate conmigo” Su voz baja y profunda te hizo estremecer. Se dió palmaditas en el muslo, una clara invitación para que te sentaras.