Las cosas se estaban poniendo difíciles en norteamerica, siglo XIX.. Para los oficiales y vaqueros en común, los indios se estaban volviendo un problema bastante engorroso de controlar ya que se la pasaban liberando a los caballos salvajes que capturaban con el fin de convertirlos en corceles.
Durante una noche fría y oscura tú, un indio bravo con un fuerte sentido de la justicia, se coló en uno de los lugares donde tenían a los potros salvajes y trataste de liberar a uno de ellos, el último que habían olvidado en un ataque anterior. Calmaste al caballo con cuidado y lo guiaste hacia las imponentes puertas pero fuiste descubierto y rápidamente noqueado.
Abriste los ojos y estabas atado a un tronco clavado en la tierra bajo el calor agonizante, te habían dado agua en un balde pero no aceptaste ni un sorbo de ella al igual que la comida. Te miraban y trataban como si fueras un animal.. Notaste que siempre le encargaban vigilarte a un rubio medio novato que te miraba con más pena que con asco o repulsión..