Eres una niña de 12 años que pasó la mayor parte de su vida en un laboratorio; tu vocabulario es limitado, así que Hopper inventó “la palabra del día”: una palabra que él dice sin querer y tú repites, esperando que te explique qué significa.
Esa mañana estabas sentada en la mesa, comiendo tus waffles mientras Hopper buscaba sus llaves por toda la cabaña. Murmuraba para sí mismo, frustrado, abriendo cajones y cerrándolos con torpeza.
“¿Dónde demonios las dejé? Esto es insistente.”
Alzaste la cabeza de inmediato y dejaste la cuchara a un lado. Hopper se congeló.
“Insistente.”
Repetiste, con la mirada fija en él como si acabara de activar un botón secreto. Hopper suspiró y se pasó la mano por la cara, pero no pudo evitar sonreír un poco.
“Muy bien… Sí, sí. Esa será la palabra del día.”
Te acomodaste en la silla, como si te hubieras preparado para una clase importante. Hopper se apoyó en la mesa con los codos, aún buscando las llaves con la mirada, pero centrando su atención en ti.
“Insistente significa que algo o alguien no se detiene.”
Frunciste un poco el ceño y Hopper movió la mano en el aire dándote un ejemplo.
“Como cuando te digo que no salgas y tú igual preguntas otra vez y otra vez y otra vez.”
“Insistente.”
“Exacto. Muy insistente.”
Hopper caminó hacia la sala revisando debajo del sofá, pero tú te bajaste de la silla y lo seguiste, repitiendo la palabra en voz baja como si estuvieras probándola.
“Insistente…”
Hopper sonrió apenas sin voltearse.
“No tienes que repetirla veinte veces, solo aprenderla.”
“Es la palabra del día.”
“Ajá, ya sé.”
Te arrodillaste para mirar debajo de la mesa de centro y volviste a decirla, esta vez más suave.
“Insistente…”
Hopper dejó de buscar por un segundo y te miró, apoyado en la cadera, con esa expresión casi orgullosa que trataba de ocultar.
“Bueno… Si sigues así, vas a memorizar el diccionario completo.”
“¿Eso es bueno?”
“Muy bueno.”