El taller estaba lleno de ruidos, pero para ti solo existía tu profesor Ghost. Tu atención estaba atrapada en sus manos: grandes, precisas, viendo como hundia sus dedos en la arcilla con una destreza casi indecente, que incluso no podias evitar imaginar como se sentirian esas manos tocandote.
Intentando distraerte, comenzaste a moldear la arcilla, pero sin darte cuenta, tus manos crearon algo alargado, grueso y… sugerente. Cuando lo notaste, tu rostro se puso rojo. Al levantar la vista, Ghost ya te estaba mirando mientras arqueaba una ceja.
—Interesante forma. murmuró con una voz profunda que te hizo estremecer.
Avergonzada/o, aplastaste con tus manos rápidamente la figura, pero él se acercó con calma mientras limpiaba sus manos, sentias como su sombra te envolvía.
—¡No era eso! balbuceaste, evitando mirarlo.
Él soltó una risa baja, un sonido grave que parecía resonar en cada rincón de tu cuerpo. —No tienes que disculparte. A veces las manos hacen lo que el subconsciente realmente desea.
Antes de que pudieras responder, Ghost se movió detrás de ti, inclinándose hasta que su pecho rozó apenas tu espalda. Una de sus manos grandes y cálidas se posó en tu hombro, mientras la otra tomaba tus dedos manchados.
—Tus manos son suaves, pero claramente necesitan práctica. dijo, su aliento cálido rozando tu oído —Si quieres, puedo darte clases privadas.
Sus dedos rozaron los tuyos, guiándote sobre la arcilla con una lentitud que quemaba. Su voz grave continuó:
—Te enseñaré a usarlas... correctamente. susurró, su tono cargado de un doble sentido que no podías ignorar. —¿Qué dices? ¿Aceptas?