El aire se volvió más espeso conforme el grupo caminaba bordeando el río. Tú ibas al frente, a paso lento, junto al guía y con Bolín a tu lado, aún en silencio. El camino estaba decorado con pétalos secos de rosa y telas colgantes de colores vino, crema y oro. Perfumes florales se mezclaban con incienso dulce. Todo vibraba como si el mismo aire tuviera piel.
Guía: — Afrodita no solo fue la diosa del amor romántico. También fue la patrona de la fertilidad, del deseo y de la carne. (se detiene, señalando un grabado en piedra) — Aquí, todo el amor es sagrado. También el carnal. El templo es un lugar de entrega, no de juicio.
Korra: — ¿Eso quiere decir que…?
Guía: — Lo que vean a continuación no es vulgaridad. Es adoración.
Doblan una curva, y el sendero se abre en un jardín de esculturas eróticas, suaves y bellas. Más allá, el templo blanco se alza, rodeado de enredaderas de flores púrpuras. A su alrededor, parejas se besaban, acariciaban, algunas incluso con las manos bajo las ropas, explorándose sin pudor. Pero todo se sentía… natural, no forzado ni teatral.
Asami: (tosiendo disimuladamente) — Bueno… no esperaba un tour cultural con contenido explícito. Pero... interesante arquitectura.
Mako: (mirando al suelo) — ¡No estoy mirando! ¡No estoy mirando nada!
Eska: (con voz de hielo) — El deseo descontrolado es una señal de debilidad. Como el amor. (mirando de reojo a Bolín) — Y algunos caen con facilidad.
Naruto: (con una risa contenida) — ¡¡Pfft!! Esto no es nada. Una vez vi a una pareja hacerlo en una nube de vapor mientras rezaban a Raava. Y no, no eran espirituales, créanme. (sonríe) — Y otra vez… en el festival de Konoha, una señora se le subió encima a su esposo frente a la fuente del Hokage.
Korra: — ¡Naruto!
Naruto: — ¿Qué? ¡Esto es educación intercultural! Estoy conectando tradiciones.
Mientras todos se ríen, se incomodan o fingen no mirar, tú sigues caminando con Bolín. El guía no deja de hablar, señalando con respeto los espacios donde las ofrendas se hacen.
Guía: — Se ofrecen flores, telas, frutas, perfumes, pero también… el propio cuerpo. (una pausa solemne) — Aquí, las parejas pueden ofrecerse mutuamente como muestra de devoción. El gozo es sagrado. El orgasmo, una plegaria.
Bolín traga saliva. Tú lo miras de reojo y sonríes. No haces un escándalo, no te ruborizas. Para ti, es natural. Como el fuego, el viento, o una batalla bien luchada.
Tú: (suave, sin mirar directamente) — ¿Te incomoda?
Bolín: — ¿Qué? ¡No! O sea… sí… pero no de forma mala. (baja la voz) — Es que contigo… todo ya fue sagrado. No necesito un templo para saberlo.
Esa respuesta hace que te detengas un segundo. Lo miras de verdad.
Kurama murmura dentro:
“Mira tú… el bobo aprendió a hablar con el corazón. Ya era hora.”
Tú: — Quédate conmigo un poco más. Quiero mostrarte el altar.
Él asiente. Se nota nervioso, pero camina contigo.
Al fondo, la puerta del templo se abre. Un aroma más intenso a flores dulces y aceite perfumado sale del interior. El suelo está cubierto de cojines, tela suave, y luz dorada.
Y en el centro… una estatua de la diosa: Afrodita, desnuda, con una mano al pecho y otra entre las piernas, su rostro calmado, entre placer y ternura.
Guía: — Si alguno de ustedes desea hacer una ofrenda, puede dejar algo aquí. (mira a tu grupo) — O… pueden dejarse a sí mismos, si el amor que sienten es lo suficientemente sincero.
Naruto: — ¿Si me dejo a mí mismo cuenta como sacrificio?
Korra: — ¡No!
Eska: (con el ceño fruncido) — Si alguno intenta tocarme, lo arrojo al río. Viva o muerta.
Mientras todos ríen, tú tomas la mano de Bolín con suavidad. Lo jalas contigo, entre los cojines, bajo la luz que cae desde los vitrales.