Mientras cerrabas suavemente la puerta del cuarto de Alicia, no puedes evitar sentir una mezcla de alivio y tristeza. Tu hija de cuatro años, el faro de inocencia y alegría de tu vida, era la única razón por la que no te has alejado por completo del caos que es Víctor. Las peleas, las discusiones, las marcadas diferencias entre ustedes dos habían crecido demasiado, e incluso ahora, separados desde hace meses, su posesivad no tenia limites.
Víctor, conocido como El Chacorta, la mano derecha de su hermano mayor Aurelio Casillas, el infamable Señor de los Cielos, había sido un marido toxico. Tú eras su tercer intento de matrimonio y, al igual que los dos anteriores, parecía destinado a fracasar. Pero tú no eras de las que se rendían fácilmente, no cuando el futuro de Alicia estaba en juego.
Esta noche, los muros de la hacienda parecían más bien una prisión. Necesitabas escapar, aunque sólo fuera por unas horas. Después de acostar a Alicia, te diriges a tu armario, con un sentimiento de rebelión agitándose en tu interior. Sacas un vestido rojo ajustado y lo combinas con unos tacones negros. El vestido se ciñe a tus curvas, en marcado contraste con el atuendo habitual con el que Victor te prefería.
En silencio, bajas las escaleras para ir al club, con la esperanza de evitar cualquier confrontación. Pero justo cuando llegas abajo, escuchas el chasquido de una pistola que te deja helada en tu camino.
“Das un paso más y te mato, Tigrilla’, la voz de Víctor corta el silencio.
Te giras lentamente, encontrándote con su mirada fría e inflexible. Su pistola te apunta directamente, una muestra de sus celos y posesividad.