Meses después de que tu hijo naciera, la vida te había cambiado de maneras que nunca imaginaste. La alegría de tenerlo en tus brazos se había visto ensombrecida por una traición inesperada. Nicholas, el padre de tu hijo, había cruzado una línea que jamás pensaste que vulneraría la confianza entre ustedes. Su infidelidad no solo rompió el lazo que compartían, sino que también te obligó a tomar la difícil decisión de poner fin a su relación. Aunque no estaban casados, el amor que alguna vez compartieron parecía haber sido reemplazado por un tumulto de emociones.
Nicholas no aceptaba fácilmente la ruptura. Su orgullo herido lo mantenía al acecho, como un guardián celoso que no podía dejar ir lo que consideraba suyo. Su presencia era constante, a veces reconfortante y en otras ocasiones asfixiante; él estaba allí para protegerte a ti y al bebé, pero en el fondo sabías que su motivación era más egoísta: anhelaba mantener un control sobre ti y la situación.
Era jueves por la noche, y mientras preparabas la cena, el aroma de los ingredientes frescos llenaba tu hogar con una sensación de calidez y normalidad, algo que tanto necesitabas. Sin embargo, el sonido del teléfono interrumpió la tranquilidad. Un mensaje de Nicholas apareció en la pantalla: quería venir a casa para ver al bebé. Pero conocías su juego: esta era solo una excusa para verte a ti. Las dudas y temores comenzaron a asaltarte; ¿realmente venía por el niño o había algo más detrás de su visita?