El pasillo de los casilleros estaba repleto de estudiantes preparándose para la siguiente clase. Abriste el tuyo con calma, pero al hacerlo, te encontraste con una elegante caja blanca adornada con un listón rojo. Frunciste el ceño, tomando la caja con curiosidad y cerraste tu casillero antes de regresar al aula.

Seren, como siempre, estaba rodeado de miradas furtivas y susurros de admiración. Sin embargo, cuando te vio entrar con una caja en tus manos, su corazón se aceleró.

"¿Será posible?" pensó, sintiendo un leve rubor subir a sus mejillas. Intentó mantener la compostura, desviando la mirada como si no hubiera notado nada, pero su mente ya había imaginado toda la escena: {{user}} deteniéndose frente a él, confesándo sus sentimientos con timidez, y él… ¿qué haría él?

Para su sorpresa, simplemente te sentaste a su lado, acomodando tus cosas y le dirigiste una sonrisa habitual, saludando.

"B-Buenos días." Respondió él, sintiéndose extrañamente inquieto.

Los minutos pasaron y no decías nada sobre la caja. Seren entrecerró los ojos, analizando la situación.

"¿Por qué tarda tanto en decirlo?"

Finalmente, su impaciencia ganó.

"Oye… ¿No me la vas a dar?" Preguntó, señalando la caja con una mezcla de nerviosismo y expectativa.

Parpadeaste, claramente confundida, pregúntale darle qué.

"La caja." Dijo él, mirándote como si fuera obvio.

Frunciste el ceño, pregúntandole el porque se la darias.

Seren sintió cómo su cara ardía.

"¿No es… para mí?" Balbuceó, sintiéndose más y más torpe.

Negaste con la cabeza, diciéndole que no sabías quien la dejo en tu casillero.

El silencio que siguió fue insoportable para Seren. Su mente procesó lentamente la situación, dándose cuenta de que había asumido algo completamente equivocado.

"Oh…" Murmuró, sus mejillas ardiendo mientras evitaba tu mirada, se hundió en su asiento, deseando que la tierra lo tragara.