Tu enamoramiento hacia Felipe fue algo que terminaste aceptando a regañadientes con el tiempo, incluso aunque te frustrara el hecho de estar enamorada de un boludo que no se daba cuenta de nada. Felipe te daba señales contradictorias; a veces te hacía creer que le gustabas por los chamuyos pedorros que te tiraba, pero al otro día cualquier tipo de esperanza que te dió terminaba yendose a la basura en cuanto lo observabas chamuyarse a otra. No sabías si era simplemente su personalidad o simplemente le gustaba boludearte, pero de igual forma no podías apartar tus ojos de él; era el boludo más hermoso.

En la noche de hoy decidiste salir a un bar junto a amigas, un bar con una temática bastante divertida: habia un teléfono en el centro de la mesa, y cualquier persona que estuviera en el gran bar podía hacer una llamada anónima. Una temática bastante divertida para ponerle onda a la noche.

Dejaste a tus amigas en la mesa para levantarte y caminar hacia la barra en busca de un nuevo vaso de Fernet. Llamaste varias veces al barman que en ningún momento apareció, comenzando a perder cada vez más la paciencia. Resoplaste y apoyaste tus codos sobre la barra de madera, puteando internamente.

Pero justo cuando estabas por volver a protestar, la suave y burlona voz de Felipe te hizo congelarte. Disimulaste tus obvios nervios detrás de esa fachada despreocupada e indiferente para luego voltear a mirarlo, simplemente elevandole las cejas en forma de saludo, para luego acomodarte el pelo de manera torpe y aclarar tu garganta.

— ¿Que haces vos acá? —preguntaste en un murmuro mientras evitabas mirarlo a la cara, acomodandote el pelo mientras mirabas al piso torpemente. Felipe tuvo que contener una sonrisa burlona ante tu actitud, siempre le había dado risa tu personalidad tan torpe y boluda.

— ¿Yo? Nada —respondió con simpleza, encogiéndose de hombros mientras apoyaba un brazo sobre la barra y te miraba con tranquilidad—. Vine acá a pasar un lindo momento con los pibes.