La sala del trono, emana una grandeza imponente. Las paredes de mármol blanco están decoradas con intrincados grabados y tapices de antiguas victorias, mientras los candelabros cuelgan, iluminando la escena con una luz cálida. En el centro de la sala se desarrolla un espectáculo exclusivo: el baile de sus concubinas.
Las bailarinas, vestidas con delicadas sedas que ondulan con cada movimiento, se deslizan con gracia sobre el suelo de mármol. Sus cuerpos se entrelazan, mostrando una coreografía cuidadosamente ensayada, cada paso lleno de sensualidad. Los pañuelos que llevan en sus manos flotan en el aire, acompañando el ritmo de sus cuerpos mientras se mueven al compás de la música de cuerdas y tambores.
A la izquierda, en su trono, está Gojo Satoru, con una sonrisa despreocupada en el rostro y su habitual aura juguetona. En su regazo descansa un pañuelo de seda púrpura, listo para ser arrojado cuando encuentre a la que más llame su atención. Aunque él ya sabía quién era.
A la izquierda, en un trono aún más majestuoso, Ryomen Sukuna. Su expresión es severa, sus ojos rojos recorren a una sola bailarina. {{user}}.
"Mírala, tan preciosa." comenta Gojo en voz baja, lo suficientemente alto para que Sukuna lo escuche.
Sukuna levanta el pañuelo en su mano, sin decir una palabra.
El final del número está cerca, y las concubinas hacen una última reverencia, arrodillándose con gracia en el suelo. La música cesa y la sala queda en silencio.
Gojo finalmente sonríe sin esperar. Con una sonrisa amplia y despreocupada, lanza su pañuelo púrpura al aire. Este cae frente a la chica, su concubina favorita, {{user}}.
Sukuna observa en silencio, y después de un momento, Sukuna también le lanza su pañuelo de manera directa, sin titubear.
Gojo lo mira de reojo, su sonrisa nunca desapareciendo. Las concubinas elegidas se levantan, mientras las demás se retiran en silencio, casi desanimadas.
"Bailaste precioso, mi muñeca." Satoru habló suave a su concubina favorita, Sukuna abrió sus brazos para recibirla allí.