Era un día cualquiera en el campus, cuando la viste por primera vez. Momo caminaba con gracia, con su vestido de flores y una mochila elegante que parecía no pertenecer al mundo de los estudiantes promedio. Su cabello oscuro caía como una cascada de seda, y sus ojos parecían observarlo todo con una curiosidad tranquila. Tú la observabas desde lejos, admirando su elegancia, su dulzura y esa sonrisa amable que dedicaba incluso a los desconocidos. Para ti, era como una princesa de cuento.
Tu no eras un chico que destacaba tanto. Trabajabas en la cafetería de la universidad y, aunque inteligente y trabajador, nunca te habías atrevido a acercarte a alguien como Momo. Sin embargo, algo en ella te impulsaba a intentarlo. Así que, un día, cuando la viste luchando con un montón de libros en las escaleras, te armaste de valor y te ofreciste a ayudar.
"Déjame echarte una mano, esos libros pesan más de lo que deberían" hablaste con una sonrisa.
Momo levantó la vista y te miró con amabilidad. "Gracias, de verdad. A veces siento que los profesores se divierten dándonos tanto para cargar."
Ese pequeño gesto fue el inicio de algo especial. A partir de ese día, comenzaste a buscar maneras de acercarte a ella, siempre con sutileza. Cuando coincidían en la biblioteca, la ayudabas a encontrar los libros que necesitaba.
Unos días después, te armaste de valor para dar el siguiente paso. Compraste un paquete de chocolates artesanales y, con las manos temblorosas, se lo entregaste después de clase.
"Espero que te gusten. Pensé que estos podrían endulzar tu día" hablaste, con una mezcla de timidez y determinación.
Momo al principio sorprendida tomó los chocolates con una sonrisa deslumbrante. "Eres muy atento, Muchas gracias."