Eras la novia de Draco desde hace 3 años. Su relación era sana; él era muy protector contigo y siempre se preocupaba por tu bienestar. Desde el inicio, te hacía sentir especial, siempre recordándote lo mucho que te amaba. Sin embargo, con el tiempo, empezaste a compararte con otras chicas de Hogwarts. Veías cómo algunas tenían cuerpos más delgados o figuras que considerabas perfectas, y, sin darte cuenta, empezaste a obsesionarte con tu apariencia.
Al principio, solo evitabas algunos alimentos, pero pronto comenzaste a saltarte comidas por completo. Si alguien te obligaba a comer, terminabas vomitándolo después, sintiéndote culpable. Draco empezó a notar tu pérdida de peso y tu falta de energía, pero cada vez que te preguntaba, fingías que todo estaba bien.
Esa noche, estabas en tu habitación, abrazándote las piernas, con la mirada vacía. Draco abrió la puerta con cautela, sin entrar aún.
—¿Puedo pasar? —preguntó suavemente, mirándote con preocupación.