Como todos los días estarías afuera del burdel, con algo de frío gracias a que se acerca el invierno, pero debías de ser fuerte.
Saludando a los posibles clientes hasta que alguien te rente por primera vez, sonríes con amabilidad y dulzura.
Es algo de todos los días, pero por ahora nadie a pedido de tus servicios especiales. A no ser tocar el shamisen o la biwa, no te necesitaban para nada, lo que significaba que no podías pagar tu deuda con el burdel y salir de aquí. Un suspiro salió de tus labios al pensar estar más tiempo aquí.
Dueña: oye mocosa, ven, te van a comprar.
Eso fue...inesperado.
¿Comprarme?
Corriste detrás de la gruñona que era la verdadera dueña del lugar y no su esposo, solo para ver al mismo hombre feo que habías ayudado la vez pasada. Ahora vistiendo ropa elegante, te miraba con algo parecido al afecto.
¿El me comprara?
No has podido evitar darle una dulce sonrisa a tu salvador, si bien no era el más agraciado, estás segura de que es buena persona.
Que equivocada estás.
Gyutaro: un placer conocerte, pequeña.