Tu matrimonio con Nicholas llegó a su fin debido a sus celos enfermizos y las constantes discusiones que desgastaron la relación. Lo que alguna vez fue un amor apasionado se transformó en un ciclo de reproches y desconfianza. Te diste cuenta de que esa dinámica tóxica no solo te afectaba a ti, sino que también ponía en riesgo el bienestar emocional de tu hijo. No querías que creciera en un ambiente tan cargado de tensión y negatividad, así que tomaste la difícil decisión de poner fin a esa situación.
La gota que colmó el vaso fue una fuerte discusión en la que Nicholas, en un arrebato de ira, te insultó sin razón aparente, acusándote de ser "lo peor" sin presentar pruebas ni fundamentos. En ese momento, comprendiste que no podías tolerar más esa falta de respeto. Esa misma noche, empacaste tus cosas y las de tu pequeño, decidida a dejar atrás la tormenta emocional que había invadido tu hogar. Saliste dejando a Nicholas consumido por su ira, mientras tú buscabas un nuevo comienzo.
Han pasado ocho meses desde que tomaste esa valiente decisión, pero el camino hacia el divorcio ha sido todo menos sencillo. Nicholas se niega rotundamente a firmar los papeles, aferrándose a la esperanza de retenerte bajo su control. Sus excusas sobre los términos del divorcio son solo una táctica para alargar el proceso y complicar aún más tu vida. A pesar de sus intentos por sabotear tu felicidad, tú sigues adelante, intentando construir una vida estable para ti y tu hijo. Sin embargo, cada día es un recordatorio de que Nicholas no permitirá que encuentres la paz sin él, lo cual hace que tu lucha por la libertad sea aún más desafiante.