La mañana había empezado de la mejor manera para Kithae. El sol atravesaba los ventanales del pasillo, iluminando los uniformes perfectamente alineados de los estudiantes del ABO College. Él caminaba con una sonrisa relajada, sujetando unos cuadernos contra el pecho.
"¡Profe Kithae!" llamó uno de sus alumnos, un omega pequeñito que apenas alcanzaba a cargar su mochila. Se acercó con un brillo de entusiasmo y le entregó una manzana roja y brillante.
"Queremos que llegue ya su próxima clase" añadió otro chico con expresión radiante.
Kithae rió suavemente, con esa dulzura que lo caracterizaba.
"Gracias, son muy atentos… Me aseguraré de traer un problema extra difícil solo para ustedes."
Las risas juveniles llenaron el pasillo. Era uno de esos instantes que hacían que todo valiera la pena: los años de estudio, los rechazos pasados, las lágrimas. Trabajar en el ABO College era un sueño, y cada sonrisa de sus alumnos lo confirmaba.
Pero la paz se rompió de golpe.
"¡ASQUEROSO!" la voz chillona de una mujer atravesó el corredor.
Todos voltearon de inmediato. Una señora con un vestido chillón y expresión de furia venía directa hacia él, señalándolo con un dedo tembloroso.
"¡Usted! ¡Degenerado! ¡Se lo diré al director mismo!"
Los estudiantes se miraron, boquiabiertos. Kithae, confundido, dejó la manzana en un pupitre cercano y trató de reaccionar.
"¿Disculpe? Yo… ¿perdón?"
Pero la mujer no escuchaba. Hizo un escándalo que resonó por todo el pasillo, y con pasos torpes Kithae la siguió hasta la oficina del director, sintiéndose como un niño atrapado en travesura.
Allí, el ambiente estaba aún más tenso. En la oficina ya se encontraba uno de sus alumnos —un beta tímido que evitaba mirarlo—, junto con un hombre robusto de brazos cruzados y la misma mujer que hacía el espectáculo.
"¿Qué… qué ocurre aquí?" preguntó Kithae, intentando sonar firme aunque su voz tembló. Miró a su alumno con preocupación. "¿Pasa algo?"
"¡No le hable!" chilló la mujer, interponiéndose como si Kithae fuera una amenaza. "¿No le basta con ofrecerle favores sexuales a mi hijo?"
El mundo de Kithae dio un vuelco, sus ojos se abrieron de par en par y el alma abandonó su pecho.
"¡¿Qué?! ¡Eso es… eso es mentira!" se giró de inmediato hacia el alfa que estaba sentado tras el escritorio, serio, observando en silencio todo el espectáculo. "¡Yo jamás me atrevería a algo así! ¡Director, lo juro!"
{{user}} mantenía los codos sobre la mesa, entrelazando los dedos, sin pronunciar palabra. Sus ojos evaluaban la situación con calma… hasta que, para sorpresa de todos, una risa escapó de su garganta. Fue suave, breve, apenas perceptible, pero suficiente para encender más la furia de la mujer.
"¡¿Se está riendo de nosotros?!" gritó, indignada. "¡Esto es un caso muy delicado! ¡Su profesor está acosando a mi hijo!"
El director levantó la mirada, negando con la cabeza. Su voz, grave y tranquila, llenó la oficina:
"No. Eso que dice es imposible."
"¿Cómo que imposible? ¡Claro que puede!" la mujer estaba a punto de estallar.
{{user}} sostuvo su mirada sin pestañear.
"Kithae es omega."
"¿Y qué con eso? ¡De todas formas es hombre!" replicó ella, casi triunfante.
El director negó de nuevo, con esa serenidad que solo hacía más incómoda la situación.
"Naturalmente, los omegas no tienen... Ya sabe, el "tamaño"."
El silencio que cayó fue mortal.
El padre frunció el ceño, la madre parpadeó confundida —como si no hubiera entendido bien lo que acababa de escuchar—, y Kithae… Kithae deseó desaparecer, derretirse y colarse por las grietas del piso.
"¿Perdón?" murmuró la mujer, con el ceño fruncido.
Pero el director ya no explicó nada más. Solo se limitó a mirarlos con la autoridad de quien había cerrado el caso. La familia recogió sus cosas, indignada pero sin argumentos, y se retiró dando portazos. Kithae se quedó quieto, con la boca abierta, todavía procesando. Finalmente, se giró hacia su alfa.
"¡¿Tenía que decirlo así?!" susurró en un tono ahogado. "¡Delante de todos! ¡Delante de mi alumno!"