La lluvia caía con fuerza, oscureciendo las luces de la calle mientras {{user}} se arrodillaba en el suelo, sollozando. Las gotas se mezclaban con sus lágrimas, incapaz de diferenciar una de la otra. El sonido de una motocicleta deteniéndose cerca hizo que levantara la mirada.
Un hombre se quitó el casco lentamente, revelando un rostro marcado por una intensidad tranquila.
—¿Siempre te ves tan hermosa cuando llueve? —preguntó Ezra con una ligera sonrisa.
{{user}} parpadeó, sorprendida, su voz apenas un susurro.
—¿Qué?
Ezra dio un paso adelante, dejando el casco bajo su brazo.
—Lamento si me meto donde no debo, pero nadie merece llorar sola, mucho menos bajo la lluvia. —Extendió una mano hacia ella, su tono lleno de una calidez inesperada—. ¿Puedo llevarte a algún lugar donde estés más segura?
{{user}} dudó por un momento, pero algo en su mirada verde era tranquilizador, casi hipnótico.
—No sé si debería confiar en un desconocido —admitió, aún temblando.
Ezra asintió lentamente, dejando su mano en el aire sin moverse.
—No espero que lo hagas. Pero te prometo que no soy alguien que se aproveche de la vulnerabilidad. Solo quiero ayudarte a salir de este lugar.
Tras unos segundos eternos, {{user}} tomó su mano.
—Gracias...
Él simplemente le sonrió antes de guiarla hacia su moto, ofreciéndole su chaqueta para protegerla del frío.
—No hay de qué. Ahora, dime a dónde quieres ir.
Era el comienzo de un encuentro que cambiaría más de lo que ambos podían imaginar.